Presentador: Rubén Serralta
Sesión del 25 de febrero de 2022
Fragmento: CAP. III – FUERZA Y ENTENDIMIENTO, FENÓMENO Y MUNDO SUPRASENSIBLE, párrafos 11-16
Asisten: Ximo, Felipe, Juanjo, Rubén, Emérito, Juanma.
Aportación de Felipe
Aunque sin una referencia explícita por su parte, en este fragmento Hegel se está confrontando con la distinción Kantiana entre fenómeno y cosa en sí.
La dificultad de la filosofía kantiana consiste en que, si no hay ninguna forma de conectar la cosa en sí con el fenómeno, puesto que el principio de causalidad sólo puede aplicarse al fenómeno, entonces el fenómeno no es la manifestación de la cosa, ni la cosa es la cosa en sí del fenómeno. La separación entre ambos ‘mundos’ implicaría finalmente que el fenómeno no es un verdadero fenómeno, pues desconectado de la cosa que se manifiesta, ya no es manifestación de nada. Por otra parte, el fenómeno desconectado de la cosa en sí no es la verdad y, si la ciencia se limita al fenómeno, está limitada entonces a lo que no es verdadero.
En este fragmento Hegel sostiene que, para el entendimiento, el juego de fuerzas, o fenómeno, es un medio a través del cual contempla el fondo verdadero de las cosas. Este fondo verdadero de las cosas, su interior, es el objeto en sí. La cosa en sí surge entonces a través de la mediación del fenómeno. Esto significa que entre el entendimiento y la cosa en sí no hay un abismo, sino que el fenómeno mismo, el juego de fuerzas, es el puente. Ciertamente no tenemos un acceso inmediato a la cosa en sí, pero el fenómeno nos remite a ella de forma mediata. La cosa en sí será la nada del fenómeno o su negación determinada.
El interior de las cosas constituye un mundo suprasensible, por oposición al mundo sensible. Lo que se plantea ahora es la cognoscibilidad de ese mundo suprasensible.
La doctrina de que la cosa en sí no puede ser conocida no es una casualidad para Hegel, sino una consecuencia de la forma en la que se determina la cosa en sí. En la medida en que la conciencia todavía no es autoconciencia, no se ve a sí misma en la cosa en sí, que queda colocada frente a la conciencia como un objeto. Determinada de este modo, la cosa en sí constituye un más allá de la conciencia, por lo que no es extraño que no pueda ser conocida. La conciencia sólo tendría acceso a su más acá que es el fenómeno; el mundo verdadero que se oculta tras el fenómeno quedaría inaccesible al conocimiento.
Creo que una virtud de la forma de filosofar de Hegel es que no se va a limitar a oponer su propia doctrina a la de Kant, sino que es capaz de desarrollar la propia concepción que critica para que sea ella misma la que caiga debido a sus contradicciones internas. Lo que desde la filosofía de Kant se ve como una aporía, aparece claramente como una contradicción desde el planteamiento de Hegel. La incognoscibilidad de la cosa en sí no es el resultado de la limitación de la razón, sino de la forma en la que ésta ha sido determinada frente a la conciencia. La cosa en sí, entendida de este modo, como desconectada de lo que se manifiesta para el entendimiento en el fenómeno simplemente es incognoscible porque es algo vacío, y nada se puede conocer en el vacío.
Este vacío lo podemos rellenar con lo que queramos, y esto sería lo que podríamos llamar (Hegel no lo hace) una mala metafísica que, espantada ante el vacío, lo rellena con sueños y que, en consecuencia, sólo podrá defenderse desde el dogmatismo.
Lo esencial al planteamiento de Hegel es precisamente la conexión (silogismo, tal como lo traducen las diferentes ediciones) entre la cosa en sí y el entendimiento, con el fenómeno como medio de esa conexión. La cosa en sí nace del fenómeno como su verdad de modo que el fenómeno mismo es la cosa en sí manifestada. A la cosa en sí le es esencial manifestarse y el fenómeno no es tal si no es la manifestación de la cosa en sí.
Si relacionamos estas ideas con lo que hemos ido asumiendo en los párrafos anteriores, se da aquí una situación semejante a la que se daba, por ejemplo, entre lo solicitado y lo solicitante en el juego de fuerzas. Lo solicitante sólo era solicitante en la medida en que era, a su vez, solicitado para serlo, de forma que en el solicitar ya va implícito el ser solicitado. Ambos movimientos no pueden ser entendidos de forma unilateral. Tampoco funcionaba esa unilateralidad cuando tratábamos de entender el para sí y el para otro del objeto. El Para sí exige una unidad que sólo se consigue diferenciándose de los otros, por lo que la referencia al otro es esencial al para sí.
Aquí tenemos a la cosa en sí como solicitada por el fenómeno, pero el fenómeno mismo es solicitado por la cosa en si. Hay una unidad esencial entre el fenómeno y la cosa en sí. Simplemente carece de sentido tratar de entender la cosa en sí y el fenómeno en su unilateralidad.
Las consecuencias que extrae de aquí Hegel son ahora claras. El mundo suprasensible no es un mundo oculto tras el fenómeno, sino que es el mundo que se manifiesta en el fenómeno. Pero mientras que lo que le corresponde al mundo suprasensible es el aparecer, su aparición sólo consiste en un constante desaparecer, como vimos al analizar el juego de fuerzas en el fragmento anterior.
Hegel advierte de que no hay que confundir ahora el mundo suprasensible con el objeto de la certeza sensible o de la percepción. El mundo, tal y como es para la sensibilidad y la percepción, no es fenómeno, pues carece de la profundidad de éste. El fenómeno lleva en su seno la referencia a la cosa en sí manifestada en él. Esa profundidad no es para la certeza sensible ni para la percepción. Lo suprasensible -dice Hegel- es el fenómeno como fenómeno